Opinión
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Internet, el lado oscuro
27 de octubre 2011Es posible que en los últimos seis años haya escrito algo parecido. Recordar entre casi trescientas columnas me resulta cada vez más difícil y los temas en esta profesión tienden a repetirse.
Y es de recordar de lo que quiero escribir unas palabras: de recordar el lado oscuro de internet, aunque sea políticamente incorrecto.
Y no me refiero a contenidos deleznables, sino a las malas prácticas publicitarias de las que no se suele hablar. Hace mucho que ya no se oye ni se lee apenas sobre los clics fraudulentos, por ejemplo, pero siguen ahí. Hasta Enjuto Mojamuto nos lo recordaba en uno de sus webisodios. Las impresiones o clics fraudulentos los puede producir un editor para subir su tráfico, o
también el competidor de un anunciante para agotar su compra de impresiones o clics con el medio, bajándole su tasa de respuestas.Es verdad que Google ha supuesto un filtro para estas prácticas, pero aún existen. Y, por otro lado, el propio buscador ha dado lugar a una retahíla de actividades fraudulentas para subir en su ranking, tan larga y compleja, que no hay sitio, ni conocimiento en quien firma, para glosarla aquí. Y no hablemos de la facilidad con que se pueden inflar datos en herramientas con un valor estadístico dudoso, como Alexa. Imagínense un panel en el que apuntarse como muestra es gratis y sencillo.
La penúltima práctica la describían hace poco nuestros colegas de AdAge y aún estoy intentando digerirla con ayuda de mis amigos expertos. Se trata de convertir el tráfico de páginas porno en tráfico limpio que los estafadores venden luego a través de las redes publicitarias.
Para ello se introducen unos píxeles en las páginas que contabilizan las impresiones en ellas como si se hicieran en páginas de contenido aparentemente convencional, pero que son meras encubridoras de ese tráfico. Así que el anunciante que pague por impresiones en esa página inocente de recetas de cocina o blog de apicultura se verá limpiamente estafado.
¿Y si paga por clics? Pues entonces volvemos a los clics fraudulentos. Parece que no hay escapatoria para el anunciante confiado, pero debería de haberla. Para empezar, hay otros parámetros de un soporte que analizar a la hora de contratar, aunque desgraciadamente casi nadie los use. El GRP malo tiene aquí mucho más peligro que en la tele. Los anunciantes son los únicos que pueden poner orden.
Si su empeño y el de sus agencias es comprar impresiones brutas a coste menguante, en realidad estarán fomentando estas prácticas.
David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales
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